Trailer | Slice of life, comedia, escuela | 13 episodios | Año 2016 | ★★
Opinión personal

«¿Te imaginas sentirte un fracaso como adulto y qué alguien te de una segunda oportunidad para volver a empezar?»
ReLife sigue la historia de Arata Kaizaki, un nini (ni trabaja, ni estudia) de 27 años que sigue dependiendo de la carid…estooo, de la paga semanal de sus padres, quidicir. En Japón no tener un trabajo estable está equiparado a sacarte un moco en público, o sea, no es algo malo pero está muy mal visto. Por lo que Arata sigue fingiendo ante sus amigos que sigue en la empresa de la que se despidió a los tres meses de entrar por un arrebato inmaduro de quinceañero pubertoso. Se pasa el día deprimido y croqueteando en la cama vestido con un pijama de exterior, un chándal horroroso color marrón mierda… tan feo que haría gritar a los mismísimos Victorio & Lucchino nada más verlo: «¡Atrás satanás de la moda! ¡Vuelve al basurero del que saliste! ¡puaj!»
Casualmente cuando vuelve con una borrachera de la que lleva tal ciego que cree que lleva un perro guía y todo, justo le llama su madre, una señora muy atenta y generosa que le dice que «espabile ya, coño, que ella ya no va a mantenerlo más». De botepronto, sin que parezca que lleva como una hora esperandolo agazapado en una esquina, sale un desconocido con una sonrisa sospechosa que le ofrece una pastilla mágica y la juventud eterna. Tentador, pero no, no y no, ni se te ocurra aceptar drogas, Arata, que con el pedo que llevas ya ves gallifantes por el pasillo de tu casa.
Y efectivamente, por lo visto, en vez de neuronas lleva post-its pegados ya que se despierta con el aspecto de un chaval de 17 años. La mejor resaca de la historia, señores.

ReLife no es una historia que se quede más de dos días grabada en tu retina, ya que no tiene nada interesante que la haga inolvidable, tiene sus momentos de comedia ligera pero aderezados con mucho drama fuera de lugar para mi gusto; por ejemplo, los celos entre dos amigas que han sido el arco dramático a mitad de la serie, y ¡ojo, qué ni siquiera el protagonista tenía nada que ver con ello!. Y es que el argumento estaba más perdido que Son Goku en una serie romántica, totalmente confuso y yéndose por los cerros de Úbeda. Lo que realmente esperas es ver rehacer la vida del protagonista mientras supera un trauma del pasado y lo que ves es una serie donde el protagonista es un mero espectador más que va avanzando sin evolucionar como personaje. Desilusión ante el potencial perdido de la historia. ¡snif!
Cuando digo que Arata es un observador más de la serie es porque a pesar de ser el protagonista, el 90% de lo que ocurre le afecta a los demás personajes que lo rodean, siendo romances y conflictos muy, pero que muuuuuuuuuuy predecibles en situaciones cliché. Me han sorprendido menos que saber la reacción de una muñeca hinchable ante un anillo de compromiso :O
Por un lado tenemos a Arata Kaizaki, nuestro protagonista sin trono, al tomar la pastilla mágica que le devuelve el aspecto que tenía a los 17 años, entra en el programa ReLife para volver a tener a la oportunidad de rehacer con éxito su vida, por ello entra en el último año del instituto teniendo el cuerpo de un adolescente pero una mente de 27 años, se pasa la serie dando consejos paternales de viejuno a sus compañeros para ayudarles a no arrepentirse años más tarde. Parece el abuelo de Heidi. Como segunda protagonista está Chizuru Hishiro, la típica inteligente pero torpe social con aspecto de fría como una granizado de limón que no sabe ni dar una sonrisa, si la fuerzas a sonreír le sale una sonrisa siniestra que haría temblar las canillas a Godzilla del miedo. Es la más que evoluciona durante la serie gracias a Arata, entre ellos dos se forma una conexión especial.
Ryo Yoake es el supervisor de Arata como miembro de ReLife, su misión es vigilar al sujeto e informar de todos sus avances y para ello también debe rejuvenecer y ser un compañero de clases. Es tan alegre que irrita a Arata siendo el dúo cómico de la serie. An Onoya es la becaria de ReLife y ayuda a Ryo a velar por Arata, para ello también va de encubierto a las clases. Es extrovertida y le encanta picar a Arata y a Ryo.

El resto de personajes secundarios son estudiantes que acompañan en la nueva vida diaria de Arata, como Rena Kairu, una chica ambiciosa que considera a Chizuru como su rival academico; Oga Kazumi, el representante de clase que a pesar de ser muy inteligente es muy ingenuo e inocente; Honoka Tamurai, la compañera de volleyball de Rena con quien compite por ser la mejor, a pesar de su rivalidad son buenas amigas. Siempre la acompañan sus amigos de infancia Asaji e Inukai, más que amigos parecen guardaespaldas.
En cuanto al apartado de animación es muy vago, de hecho los personajes del anime no se diferencian apenas de los del manga, casi son idénticos… si me dijeran que en realidad el anime es la versión manga pasando las páginas a toda castaña me lo creía. Hasta los fondos del paisaje eran escuetos y limpios como los de antaño, en vez de sentirse como una serie del 2.016 se asemeja de una del 2.006, ¿tal vez también le dieron una pastilla mágica que la rejuvenece diez años? ¡ejem!

Otro aspecto destacable es el «Sonido», si os gusta la música clásica estáis de suerte, bueno… concretamente el piano. Por lo visto, solo había presupuesto para un organillo y lo usan durante tooooooooooooooda la serie. Me llama la atención su uso en los momentos melodramáticos, que los enfatizan con una música siniestra que parece que sale del típico órgano espeluznante de una iglesia diabólica. Son unos «chan chan chan» tan tétricos que han habido momentos en que pensaba que en cualquier momento salía un asesino, vestido con el chándal marrón, con una motosierra y empezaba a liarla parda a lo Kill Bill. A mi me han entrado ganas en ocasiones de que saliera ese nuevo personaje, jojojo.
En definitiva, una historia inconsistente que por su argumento prometía un anime de género ‘rebanada de vida’ mucho más entretenido, equilibrado y maduro.
